Gustos temporales
Me gustaría basar este trabajo en la pregunta que hice a la autora y protagonista del seminario: Consuelo Triviño. Esta pregunta trataba sobre el momento del día en que le gustaba escribir. A esto, ella me contestó que le gustaba escribir antes de ir a trabajar, aproximadamente desde las seis hasta las ocho de la mañana. Y luego dijo que era por el hecho de que en ese momento se encontraba más relajada antes de empezar el día. Lo único malo, como después resaltó con una pregunta de otro compañero sobre el hecho de que si perdía muchas ideas y no las llevaba al papel, es que de camino al trabajo tenía buenas ideas que se le olvidaba apuntar y, por tanto, “caían en saco roto”. El caso es que, tras escucharla decir esto, observé que sus gustos eran diferentes a los míos, de ahí la elección de este tema.
Mi gusto es completamente distinto al de esta autora. Antes de nada, es necesario explicar que yo no trabajo escribiendo libros o, al menos, no vendo libros sino simplemente son trabajos para clase, y por lo tanto nuestra forma de utilizar nuestro tiempo de escribir es diferente.
Como iba diciendo, sus gustos difieren de los míos ya que a ella le gusta escribir por la mañana y a mi, por el contrario, me gusta escribir por la noche, en un horario de 10 de la noche en adelante cuyo número de horas o minutos varía dependiendo de las ideas que quiera plasmar en la pantalla independientemente del cansancio que tenga.
Los motivos por los cuales me gusta escribir por la noche es son varios. El primero y fundamental es que en este momento es cuando más he madurado las ideas que he ido recopilando a lo largo de todo el día. Luego, el resto de motivos son más externos a mi y corresponden a las condiciones en las que escribo. El caso es que mi casa por la noche está más tranquila, está en absoluto silencio. Esto es así debido a que mi familia se ha ido ya a la cama y, por lo tanto, no hay ningún movimiento que cause ruids. Y finalmente, me gusta más escribir por la noche por el hecho de que la temperatura es más baja y el frío me ayuda a concentrarme, me relaja. El calor, sin embargo, me agobia y con él no puedo escribir con soltura, tal y como lo estoy haciendo ahora.
En conclusión, una prueba de que la noche me gusta más para escribir y que la utilizo para ello es el trabajo final del cuatrimestre anterior, en el cual recopilé muchas ideas, aunque a mi en vez de escapárseme por la mañana al ir al trabajo se me escapan por la noche antes de cerrar de manera definitiva los ojos.
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