miércoles, 14 de marzo de 2012

Práctica 3

El chicle


Personajes
Longinius (L)

Escena primera
Es una cocina la cual se puede poner en el escenario como cocina entera o solo con el cubo de la basura que es el único elemento importante de la misma, este debe tener una apertura de pisada. Entra Longinius y se acerca al cubo de la basura, este va mascando un chicle mientras en la otra mano lleva un móvil. Las luces del se van encendiendo poco a poco con su llegada.
L. Maldita sea, ¿por qué?... No sabes la rabia que me da tirarte. ¡Tú! que eres lo último que conservo de ese momento, de esa despedida.
De la boca, con resignación, se saca el chicle que está mascando y empieza a amasarlo haciendo de él una bola.
L. Odio tener que hacer esto… ¡no quiero! Querría conservarte para siempre. Sin embargo ¡debo hacerlo!, no puedo dejarme llevar más por estos sentimientos y por ello quiero darles funeral aquí mismo.
Suspira y mira el chicle como si fuese una perla o un diamante desde distintos puntos de vista.
L. Y decir que en un principio eras algo meramente material, meramente físico. Que eras algo para quitarme el mal sabor de boca que me había dejado la pizza y la Pepsi por si acaso llegaba a besarla en algún momento, tal y como una parte de mí ansiaba… Sin embargo, ahora tu esencia es completamente diferente, ahora no eres un mero instrumento para dejar la boca con buen sabor y olor sino que también eres el único espectador que ha presenciado esa despedida, ese último encuentro con Graziella. La verdad es que ha sido raro desde el principio hasta el final, sobre todo el final. Este me ha sabido a poco. Al contrario que tú, que has cumplido tu cometido correctamente.
Pasea de un lado a otro y de vez en cuando mira el chicle el cual sigue amasando continuamente, obsesionado con él.
L. Aún así, es normal que haya sido raro. Es una despedida con una persona, un encuentro de este tipono se repite con asiduidad. Además, es aún más raro si cabe por el hecho de que en este caso los sentimientos que tenía no los podía decir, no me he atrevido. Sin embargo, eran casi corpóreos. ¿Acaso se habrán hecho corpóreos como las apariciones de fantasmas y se habrá asustado por ello cortando de pronto la conversación?... Nunca lo sabré.
Teclea en el móvil.
L. Hombre, quizás se ha ido rápido porque estaba cansada. Es cierto, quizás ha sido por eso. Como tú ya has visto, cuando hemos empezado a hablar he visto que tenía mala cara y he hecho bien en preguntarle, así he sacado el primer tema de conversación. Y tenía razón, parece ser que ayer se pilló una buena borrachera y hoy estaba con la resaca.
Se desespera y aplasta el chicle mientras se encoge sobre sí mismo intentando poner más fuerza en el acto de presionar el chicle.
L. ¡Maldito sea el momento en el que decidí no ir con ella a la fiesta cuando ella misma me lo pidió varias veces! ¡Maldita sea el haber tomado una decisión de la que ahora me arrepiento!, ¿por qué me negué? ¿Por qué? No lo entiendo, creo que soy estúpido y tú hoy has comprobado esto al final.
Si hubiese ido a la fiesta seguro que habríamos hablado mucho más, seguro que habría llegado a conocerla mejor y no sé. Quizás habría conseguido lograr lo que una parte de mi quería, haber puesto llama a esa atracción que sentía, haberla quemado por entero y dejarme un sabor dulce, fresco e intenso.
Aunque quizás no es mala suerte, quizás el destino ha impedido mi fracaso… ¡Me niego a creerlo! Me niego a pensar esto después de esa despedida tan confusa por no poder expresar todo lo sentido, hacerlo verdad.
Pero por otro lado es posible que fuese un fracaso porque he intentado remendar mi error de anoche pidiéndola muchas veces que si venía a tomar algo a un café. Así ganar tiempo para hablar con ella, tener espacio para decidir mejor cómo lanzarme, cómo expresarlo y hacerlo.
Aún así, aún habiendo insistido, ella se ha negado y, además, ha dicho algo que me ha llenado de perturbación, seguro que a ti también te ha pasado. Ha sido con su frase final y que ha zanjado todo el tema: “no quiero hacer nada malo”.
Tras este momento me he quedado cómo ahora al recordarlo, ¿por qué iba a hacer algo malo? ¿De qué tenía miedo para no querer venir conmigo?
He estado dando vueltas a esa frase durante gran parte de la conversación con ella, y no he estado atento a lo que me decía porque quería descifrar el por qué de su respuesta. ¡Gilipollas de mí! Si hubiese sido lo bastante valiente se lo habría preguntado a ella, que era la que lo sabía, y no me habría comido la cabeza de la manera en la que lo estoy haciendo. Es un enigma que jamás volveré a saber porque lo peor de todo es que no voy a tener el suficiente valor para preguntárselo, soy un cobarde.  
Suspira.
L. Y lo peor ha sido la despedida, ha empezado a decir que me había portado muy bien con ella y que era una persona muy buena. Yo se lo he negado todo el rato, no soy bueno, soy una persona normal como el resto de la gente o al menos una gran mayoría. Y, de pronto, mientras estábamos discutiendo sobre esa tontería, ha cogido y ha cortado la conversación despidiéndose. ¡Me cago en la puta! Cómo he aborrecido este momento porque significaba el final. Un final que yo no quería que llegase.
Y ese final ha sido el golpe de gracia que le faltaba al asunto, el golpe de ironía que remataba todo esto. Al ir a darnos dos besos de despedida nos hemos ido acercando sin girar siquiera levemente las caras, como si anhelásemos fusionar estos dos besos en uno solo lleno de pasión y de fuerza proveniente de nuestros sentimientos.
Sin embargo, como si un ser superior nos controlase a los dos, al final esa fusión se ha deshecho y nuestras caras se han girado levemente besándonos en las mejillas. Lo peor de todo ha sido el final porque tras esto nos hemos dado un abrazo intenso en el cual hemos lamentado como cobardes lo que no hemos expresado como valientes.
Y tras esto, idiota de mí, me he dado la vuelta y me he marchado sin mirar atrás. ¿Y si ella se ha girado? ¿Y si no era aquel el final?... (Niega con la cabeza) Jamás lo sabré. Y jamás sonará esta melodía en mi móvil porque es la melodía que sonaría en el caso de que me llamase, así que la pondré ahora para no escucharla nunca más.
Abre la basura accionando la palanca con el pie y mira al chicle por última vez antes de lanzarlo y pone la canción Filosofía Barata de M-Clan. Se pone en un estado de rabia, odio e impotencia y agacha la cabeza.
L.−  Adiós Graziella. Adiós.
Termina la canción, deja de presionar el interruptor de apertura de la papelera y abandona poco a poco el escenario. Al contrario que en el principio, las luces se van apagando poco a poco con su salida.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Práctica 2

«Más vale tarde que nunca.». Refrán español. 


Gustos temporales



Me gustaría basar este trabajo en la pregunta que hice a la autora y protagonista del seminario: Consuelo Triviño. Esta pregunta trataba sobre el momento del día en que le gustaba escribir. A esto, ella me contestó que le gustaba escribir antes de ir a trabajar, aproximadamente desde las seis hasta las ocho de la mañana. Y luego dijo que era por el hecho de que en ese momento se encontraba más relajada antes de empezar el día. Lo único malo, como después resaltó con una pregunta de otro compañero sobre el hecho de que si perdía muchas ideas y no las llevaba al papel, es que de camino al trabajo tenía buenas ideas que se le olvidaba apuntar y, por tanto, “caían en saco roto”. El caso es que, tras escucharla decir esto, observé que sus gustos eran diferentes a los míos, de ahí la elección de este tema.
Mi gusto es completamente distinto al de esta autora. Antes de nada, es necesario explicar que yo no trabajo escribiendo libros o, al menos, no vendo libros sino simplemente son trabajos para clase, y por lo tanto nuestra forma de utilizar nuestro tiempo de escribir es diferente.
Como iba diciendo, sus gustos difieren de los míos ya que a ella le gusta escribir por la mañana y a mi, por el contrario, me gusta escribir por la noche, en un horario de 10 de la noche en adelante cuyo número de horas o minutos varía dependiendo de las ideas que quiera plasmar en la pantalla independientemente del cansancio que tenga.
Los motivos por los cuales me gusta escribir por la noche es son varios. El primero y fundamental es que en este momento es cuando más he madurado las ideas que he ido recopilando a lo largo de todo el día. Luego, el resto de motivos son más externos a mi y corresponden a las condiciones en las que escribo. El caso es que mi casa por la noche está más tranquila, está en absoluto silencio. Esto es así debido a que mi familia se ha ido ya a la cama y, por lo tanto, no hay ningún movimiento que cause ruids. Y finalmente,  me gusta más escribir por la noche por el hecho de que la temperatura es más baja y el frío me ayuda a concentrarme, me relaja. El calor, sin embargo, me agobia y con él no puedo escribir con soltura, tal y como lo estoy haciendo ahora.
En conclusión, una prueba de que la noche me gusta más para escribir y que la utilizo para ello es el trabajo final del cuatrimestre anterior, en el cual recopilé muchas ideas, aunque a mi en vez de escapárseme por la mañana al ir al trabajo se me escapan por la noche antes de cerrar de manera definitiva los ojos.